no dijiste mucho más. es lógico. tu belleza desbordada de caídas, rearmada, se había vuelto eso: una cuenta insoportable hacia la hora del sexo. pero cómo lo hacías... decías "ta", y luego repetías dos veces más, bien juntas, intentando afirmarte de esa manera en tu vencido orgasmo: "ta, ta". quizá para fijarte en las fotos de la memoria, separabas el deseo de los gestos con una habilidad que yo desconocía. o por tus dedos en ángulo máximo tensando las sábanas, sin una sonrisa. esa forma de interrumpir mis obsesiones con tu imagen independiente. y decías "ta" que, para entonces, eran ya tres veces antes del silencio. aquel silencio del que te hablaba. ese plano detenido, lleno de arrugas.

me contó zara que un día A le confesó helada y en detalle, frente al Río de la Plata.








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