volver a la ciudad


hay poco sobre volver a la ciudad que pueda decir en este momento.

pienso en eso.

creo que nací para organizar materiales de alguna manera. palabras. delimitar espacios donde pueda un día crecer la alegría y mantenerse. o componer más o menos armónicamente ciertas figuras, al menos unas pocas. no proezas sino más bien acontecimientos cotidianos, pequeños aciertos y ya.

no está nada mal.

casi no sé que decir de este retorno.

hace años, muchos en verdad, que estoy convencido de que veré la tierra desde la luna antes del fin de mis días en la primera. quien sabe. hay momentos en los que logro definir esa imagen de una manera tan nítida que es difícil renunciar a la idea. y así la traslado de año en año, casi intacta. mejor aún, pulida y descifrada por el azar del tiempo.

ya no sé que pensar de esta vuelta a la capital, de veras. es algo complejo de definir.

intento elaborar algún ejercicio que me mantenga cerca del Este del país.

se me ocurre repasar los nombres que significan agua en movimiento para mi mar interno: víctor, guadalupe, martín, diego, diez o doce desconocidos deambulando por valizas.

diego es más bien música y alfajores de maizena. pero coincide tan ajustadamente con la geografía que lo rodea que es inevitable traerlo.

guadalapupe significa algo más de doscientos kilómetros de una paz inexplicable que se extiende hasta encontrarla de nuevo, junto al viento dulce y salado. es la construcción de un rostro y una persona tras el mismo río que acá llamamos mar. la voz transportada por el secreto de dos orillas que siempre fueron una. aceptaría charlar toda la noche sobre nuestra diferencia etimológica ya que intuyo que hablaríamos el mismo idioma.

aceptar y construir desde la diferencia. eso es acortar distancias.

con víctor y martín fuimos tres imperfectas gotas fundidas en un mar anónimo. nos recordamos sobre el único movimiento que no cesa y nos hermana: nuestra lucha por seguir. ¿quien sabe que traerá la marea?, se preguntaba tom hanks en náufrago.

y una vela apareció un día para salvarle la vida.

me está resultando tan complicado hablar del reencuentro con Montevideo.

mientras no lo haga, creo que le dedicaré algo de tiempo a escribir sobre cosas que verdaderamente me interesan.


pd1_ algo que conviene atender: la gente se saluda al cruzar las miradas en cabo polonio o en valizas. un simple “hola” puede cambiar tu destino de forma imprevista. todavía me alegra esa vieja y sana costumbre.


pd2_ no hay amigos más desinteresados que los perros de valizas.



1 comentarios:

JOAQUIN DOLDAN dijo...

Montevideo (linda palabra)

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