bolsita transparente



esa noche volvía de correr. de paso por una verdulería compré cebollas, morrón, tomates y seguí corriendo hasta casa. algunos me miraban pasar a los saltos con la bolsita transparente, vestido de deportivo, sudando.
genial.
iba a hacer una buena ensalada, o intentaría cocinar algo de carne en pequeños trozos bien sazonados con los vegetales incluidos. 

al teléfono, sonaba triste. dejé todo cortado en la mesada y salí a buscarla con las últimas muestras de sudor que me dejó en la frente el baño apurado. 

a veces en las noches mido el arroz con unas pequeñas tazas sin mango. tal vez sean en realidad vasos. unos vasos de cerámica blanca y dibujos algo lineales, negros, muy chicos, en diagonales difusas.
son lindos. o lindas.
yo no hubiera sabido donde comprarlos. tampoco hubiera sabido donde comprarlas. 

luego, lentamente dejo caer el chorro de agua presurizada. busco el punto exacto en que el vaso-taza no se desborde por el impacto salvaje del líquido. y calculo cantidades de agua tan erradas, tan naturalmente imprecisas. nunca son el doble del arroz. jamás lo logro. me río al intentar controlar esas cosas. y me siento estúpido.

el pequeñísimo vaso-taza queda empapado sobre la mesada largo tiempo, reteniendo la humedad que febrero insiste en soltar a cada rato. es una constante de estos días. como los recuerdos.

nunca pude terminar de hacer aquella ensalada, esa especie de ratatouille improvisado.

de hecho, extraño mucho el sabor de los vegetales. 


Her Morning Elegance from Kenneth Chua on Vimeo.


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